sábado, 6 de junio de 2009

Terminator decepcion

Resulta desalentador que TERMINATOR SALVATION una de las secuelas más esperadas de los últimos años se quede por debajo de lo que sería deseable a diferencia de la notable EL CABALLERO OSCURO o la frescura de STAR TREK 2009. El regreso de la saga Terminator tiene un arranque más que prometedor, para volverse según avanza el metraje en un producto convencional y domesticado, cuya prometedora energía se queda en una traca más aparatosa que espectácular. Con un guión penoso que se limita a desaprovechar el escenario que refleja, la guerra del 2018 contra las máquinas de Skynet más allá de dos excelentes secuencias: el accidente de helicoptero visto desde el punto de vista de un John Connor (un desaprovechado Christian Bale) que intenta controlar el aparato ante la onda expansiva de una explosión nuclear. Y el ataque de un gigantesco robot que recolecta humanos para los experimentos de Skynet, armado con dos motos terminator (la idea más delirante de la película). Sam Worrington se defiende con el desdibujado personaje de Marcus, un ciborg que no sabe que lo es, y que no provoca la ambiguedad que debería (nunca dudamos que es de los buenos). McG, director de ese par de basuras que eran LOS ANGELES DE CHARLIE 1 y 2 se pone aquí serio, pero más allá de las escenas mencionadas, el conjunto le viene grande por su endeble guión y la mediocre dirección de actores. Más preocupado por la fotografía y el diseño de producción inspirado en MAD MAX que en construir unos personajes que sus actores interpretan con aseptica correción. Michael Ironside y Brice Dallas Howard no pasan de anecdóticos y Anton Yelchin como Kile Reese no me despierta la empatía que debiera tener un personaje de importancia tan vital para la saga. Sospechas de que 40 minutos quedaron fuera y la decepción de un tono políticamente correcto apto para menores de edad, de cierta cobardía en el tono. La sordidez no pasa de la suciedad y la chatarra acumuladas en la escenografía. Por que no olvidemos que estámos ante un producto taquillero lleno de escenas de acción metidas con calzador y a veces porque sí, como la huida del ciborg Marcus con la piloto (Moon Bloodgood) entre una absurda llúvia de metralla, la patética pelea con los saqueadores (lo peor con diferencia) y el falso cameo de schawarzenegger
(en realidad un doble). En medio de su atropellado final donde se cae en esa manía actual del "Vamos Vicente que son menos veinte" o el contar el máximo de cosas en el mínimo tiempo posible aunque la coherencia salga perdiendo. Un reparto más motivado por el jugoso cheque de turno que por amor al arte. Y la postiza pasión entre el ciborg y la piloto, nunca consumada como era de esperar. Donde escenas aisladas como el terminator cuya piel podrida le da un aspecto de zombie o Marcus "crucificado" y suspendido en el aire por la resistencia, no despiertan el impacto que deberían por culpa de su puesta en escena domesticada, carente de auténtico impácto. Estámos ante una película de centro comercial para palomitas y refrescos. Con sus 200 millones de dólares de presupuesto no nació con otro propósito.