viernes, 1 de mayo de 2009

Una mañana gris

Jorge Zarco Rodríguez

Uno se alegra de resultar util segun que tareas: limpiar la casa, pasar el polvo, llevar a los niños al colegio o contestar a los
recados. Después se pasa a hacer la comida tras el desayuno y antes de la cena y por último se pone a cargar las baterías de madrugada satisfecho de haber cumplido con las tareas de la casa. Antes de volver a empezar de nuevo sobre las cinco de la madrugada y así los siete días de la semana. De ahí se pasa al sopor del medio día con todos echando la siesta y por último se plancha la ropa y se limpian los cristales. Uno no está satisfecho con que por ejemplo los niños vean por Internet contenidos violentos o pornográficos y el colmo es cuando la emprenden a golpes con uno porque sí, para descargar adrenalina supongo. Uno tampoco se mete con los gritos que se meten los padres y sigue con sus tareas como si nada. Y lo peor viene cuando uno no recibe ni las gracias ni un gesto de aprovación ni mucho menos ternura y se siente muy frustrado por cargar las baterías a tiempo y por servir con correción todo el tiempo y así días y días. Hasta que un día uno leyó aquel libro por simple curiosidad. "EL ASESINATO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES" de Thomas de Quincey. Y algo se revuelve en el interior de uno y empieza a tener fantasías que no debería: Sueña que envenena la comida y luega trocea a los miembros de la familia de uno y prepara una comida con ellos y da a los vecinos una lección de arte culinario a base de carne humana. Y nadie sospecha nada porque la primera ley de Asimov dice que no se hace daño a un ser humano y si uno es de naturaleza cibernética nadie sospecha de tí. Y un día te das cuenta que estás solo en la casa y ya no tienes a nadie a quien servir. De ahí pasas a dejar de limpiar y fregar y dejar que los elementos se apoderen de todo y los insectos campen a sus anchas. Pruebas la bebida y luego te dejas llevar por la desidia y el aburrimiento. No haces gran cosa todo el día, de hecho no haces nada todo el día y amenazas con que el óxido altere tus circuitos. Y por último viene la policía y tras preguntarte cuatro paridas se van pensando que es solo un robot en una mañana gris y que un robot no hace daño a un ser humano.

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